Mayo, el mes de las flores – Y del vino –
Mayo, despierta. Valiente y sin complejos. Las lluvias de abril han dejado consigo lienzos salpicados de color.
Un manto de flores, cubre los campos que rodean nuestros viñedos y nos muestran toda su exuberancia.
Por todos es conocido mayo, como “El mes de las flores”. Campos impregnados de color y aromas, que quedarán en nuestra memoria y los recordaremos en nuestro día a día.
Esos aromas “aflorarán” también a la hora de catar un vino. Y es que, en el mundo del vino una de las series aromáticas que podemos encontrar es la floral.
Las notas florales suelen venir de los aromas primarios. Aquellos que proceden de la variedad de la uva. Por otra parte, los aromas secundarios, propios de la fermentación, no suelen dar notas florales. Mientras que, por último, los aromas terciarios propios de la crianza, también nos darán notas florales.
Cuando hablamos sobre un vino y su floralidad, dicho carácter no se obtiene añadiendo esencias ni aromas. Simplemente se trata de coincidencias químicas que el cerebro interpreta a través de los quimiorreceptores de las fosas nasales, trasmitiendo esas sensaciones al sistema olfativo y al gusto.
Por ello, en el argot vitivinícola, cuando decimos que un vino tiene “aromas florales”, significa que nos recuerda a pétalos de flores.
Normalmente solemos identificar los perfumes de flores blancas y amarillas con los vinos blancos. Mientras los vinos tintos, nos recordarán normalmente a perfumes típicos de las flores de pétalos rojos.
Y es que cada variedad de uva encierra aromas particulares, y cada vino puede mostrar aromas florales únicos.
¿Sabrías identificar que variedad nos recuerda a qué?
Si aún no has conseguido identificar esos aromas florales en el vino, te vamos a dar unas pistas que harán que te conviertas en “catador nivel pro” cuando descorches una botella entre amigos.